The (Fiódor Dostoyevski) Experience II
The (Classic) Experience es una sección de Lector Empedernido -como si yo fuera el único intelectual que reseña clásicos- en la cual haré pequeñas reseñas de las novelas clásicas que vaya leyendo (desgraciadamente, son pocas). Esta sección es aperiódica, es decir, tendréis una entrega siempre que a mi me salga del monóculo.
Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski
El oficial soltó otra carcajada, y Raskólnikov se estremeció. ¡Qué extraño era aquello!
—Permíteme; quiero hacerte una pregunta muy en serio (...): por una parte tenemos a una viejuca enferma, maligna, ruin, absurda, estúpida, que no es buena para nadie sino mala para todos, que no sabe siquiera para qué vive y que el día menos pensado morirá de muerte natural. ¿Cromprendes? ¿Comprendes
—Sí, hombre; comprendo -respondió el oficial, mirando fijamente a su exaltado camarada.
—Sigue escuchando. Por otra parte se pierden fuerzas jóvenes y frescas, se pierden en vano, sin apoyo de nadie, ¡se pierden a millares y en todas partes! ¡Con el dinero de la vieja, legado a un monasterio, podrían iniciarse o mejorarse cien o mil obras buenas! Serían centenares, quizá millares de existencias vueltas al camino recto; decenas de familias salvadas de la miseria, de la dispersión, de la ruina, del vicio, de los hospitales para enfermedades venéreas, y todo ello gracias al dinero de la vieja. Matarla, tomar su dinero y consafrarse luego con él al servicio de la humanidad y al bien en general... ¿Crees que no se borra un pequeño crimen con miles de buenas obras? Por una vida, miles de vidas salvadas de la podredumbre y de la descomposición. Una muerte, y a cambio, cien vidas; ¡si es una cuestión de aritmética! Además, ¿qué valor tiene en las balanzas de la existencia esa viejuca tísica, estúpida y maligna? No vale más que la vida de un piojo o de una cucaracha; y ni siquiera eso vale, pues la vieja es perniciosa (...).
—Claro, no es digna de vivir -replicó el oficial; pero ¿qué quieres? Eso es cosa de la naturaleza.
—¡Eh, amigo! A la naturaleza se la rectifica y se la orienta (...)
(...)
—Te has puesto a hablar y declamar como si fueras un orador, pero dime: ¿matarías, o no matarías tú mismo a la vieja?
—¡Claro que no! Hablo pensando en la justicia... Aquí no se trata de mí.
—¡Pues me parece que si tú mismo no te decides, no hay en esta cuestión ni pizca de justicia! ¡Vamos a echar otra partida!
Creo que mi primer contacto con Crimen y castigo, es decir, la primera vez que oí hablar de tal libro y de su autor de nombre tan rimbombante, fue en tercero de secundaria. Para lengua castellana, teníamos que leer un libro titulado El cartero siempre llama mil veces (recuerdo que me lo pasé pipa leyéndolo) que estaba protagonizado por una empollona a la que le gustaba dicha novela de Dostoyevski y que se colgaba de un nerd al quien vio leyéndolo en la oficina de Correos. Al comentar esta parte en clase, me acuerdo de que a la profesora le hizo gracia que una adolescente se pusiera a leer tal libro por lo "complicado" y "difícil" que era (un rasgo paródico que incluyó el autor para hacer gala de la pedantería de la protagonista, sin duda). También recuerdo que pensé que nunca me atrevería a leer Crimen y castigo. Ô, la jeunesse!
Decir que la lectura de la novela más reconocida de Fiódor Mijáilovich
¿Que si me ha gustado? ¿Que si me ha disgustado? De verdad que no lo sé. Ha habido capítulos que me han mantenido con el corazón en un puño y otros en los que me he quedado, literalmente, dormido sobre sus páginas. Reconozco, además, que mi afán por que me durara lo menos posible también ha podido afectar a su lectura. Para más inri, me esperaba algo distinto: esperaba que la trama se centrara mucho más en el conflicto moral de Rodión Románovich Raskólnikov por haber matado a una vieja usurera, a un piojo dañino, como él decía, pero en su lugar me he encontrado con una retahíla de discursos filosóficos y con una caza del asesino que provocaba que los problemas e inquietudes de Rodia se centrasen en su temor de ser descubierto y encarcelado. Por lo tanto, mi relación con Crimen y castigo se definiría como el típico «No eres tú, soy yo».
En el aspecto estilístico no tengo ninguna queja excepto las típicas que puedan atribuirse al realismo: ritmo lento, descripciones extensas y pesadas, una narración en tercera persona anodina y seria (aunque va saltando entre las perspectivas de los diferentes personajes, lo que la hace algo más llevadera)... ¡Qué equivocado estuve al pensar que leer a Fiódor Mijáilovich sería siempre tan ameno como con El jugador! Este estilo podría haberme llegado a gustar si la historia me hubiera atrapado, tal como me pasó con Madame Bovary, pero no ha sido así. Supongo que mi gusto debe de ser más afín al realismo francés que al ruso. No obstante, negar la excelencia de la prosa de Dostoyevski debido a los gustos personales y al aburrimiento intermitente sería un error del cual no me podría perdonar (ni yo ni nadie que tuviera unos mínimos conocimientos literarios). Y respecto a los personajes no puedo más que maravillarme, desde el turbado Raskólnikov (en serio, qué le pasa a ese hombre) hasta mi adorada Sofía Semiónovna Mermeládova (ay, Sonechka) pasando por el encantador Dmitri Prokófich Razumijin y la sacrificada Avdotia Románovna Raskólnikova. Todos y cada uno de ellos tiene su personalidad perfectamente definida, por no mencionar el ingenio del escritor ruso en el momento de dibujarlos, ¡incluso sus nombres son juegos de palabras!
Crimen y castigo, pues, se trata de un libro imprescindible, y aunque se me ha hecho insoportable durante la mayor parte de sus interminables páginas, como ya he dicho, no me arrepiento de haberla leído completamente por motivos que no podría explicar sin destriparos la novela y por haber descubierto en primera persona uno de los libros cumbre del canon occidental. ¿Lo recomendaría? Solo si os creéis preparados para adentraros en unas setecientas u ochocientas páginas (según la edición) de puro realismo ruso, repletas de filosofía pero con unos personajes que os dejarán realmente impresionados.
En fin. Una vez, en clase, un profesor nos habló de una teoría según la cual o eres más de Tolstói o de Dostoyevski. Así que supongo que tras probar al auténtico y duro de roer Fiódor (y no al ácido y cínico autor que se esconde tras El jugador), solo me queda degustar al crítico Lev para saber de qué lado estoy.
6 comentarios:
BLOGOLEAKS.
Es curioso pero yo no la recuerdo tan pesada ni tan difícil de digerir. Tendré que releerla porque apenas recuerdo los detalles, recuerdo la historia en sí y a su protagonista dando tumbos por la ciudad.
Un libro que por mas muermazo que sea lo tengo que leer.
Lo leí hace un par de años y, sinceramente, me encantó. Es cierto que algunos pasajes son de echarle de comer aparte porque son verdaderas peroratas filosóficas. En mi caso, que me gustan ese tipo de discursos en los libros, me encantaron, pero comprendo que para quien busque algo más de acción o movimiento en la novela, a veces puede volverse algo tediosa.
De todos modos, quizá lo que jugó en tu contra fue leerlo en una semana solo. A mí me duró un verano entero y lo fui compaginando con otras lecturas, por lo que no llegué nunca a aburrirme y pude saborear los pasajes sin llegar a estar demasiado saturada por la montonera de páginas.
Me ha gustado mucho tu reseña, por cierto.
¡Un saludo!
Pues tengo ganas de leerlo, para qué mentir. Como buen filólogo lo tengo en mi lista de clásicos. A ver si alguien me lo presta pronto para comprobar por mí mismo si es tan pesado (y fantástico, al parecer) como dices.
La verdad es que a mi este clásico me llamaba la atención (la justa, pero me llamaba).
Pero ahora después de leer tu reseña no sé si tengo más ganas de leerlo o menos. Estoy confundida xD
Supongo que algún día me lo acabaré leyendo aunque sea por probarlo en primera persona.
Saludos! :)
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