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lunes, 12 de agosto de 2013

The (Fiódor Dostoyevski) Experience II

The (Classic) Experience es una sección de Lector Empedernido -como si yo fuera el único intelectual que reseña clásicos- en la cual haré pequeñas reseñas de las novelas clásicas que vaya leyendo (desgraciadamente, son pocas). Esta sección es aperiódica, es decir, tendréis una entrega siempre que a mi me salga del monóculo.


Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski

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El oficial soltó otra carcajada, y Raskólnikov se estremeció. ¡Qué extraño era aquello!
—Permíteme; quiero hacerte una pregunta muy en serio (...): por una parte tenemos a una viejuca enferma, maligna, ruin, absurda, estúpida, que no es buena para nadie sino mala para todos, que no sabe siquiera para qué vive y que el día menos pensado morirá de muerte natural. ¿Cromprendes? ¿Comprendes
—Sí, hombre; comprendo -respondió el oficial, mirando fijamente a su exaltado camarada.
—Sigue escuchando. Por otra parte se pierden fuerzas jóvenes y frescas, se pierden en vano, sin apoyo de nadie, ¡se pierden a millares y en todas partes! ¡Con el dinero de la vieja, legado a un monasterio, podrían iniciarse o mejorarse cien o mil obras buenas! Serían centenares, quizá millares de existencias vueltas al camino recto; decenas de familias salvadas de la miseria, de la dispersión, de la ruina, del vicio, de los hospitales para enfermedades venéreas, y todo ello gracias al dinero de la vieja. Matarla, tomar su dinero y consafrarse luego con él al servicio de la humanidad y al bien en general... ¿Crees que no se borra un pequeño crimen con miles de buenas obras? Por una vida, miles de vidas salvadas de la podredumbre y de la descomposición. Una muerte, y a cambio, cien vidas; ¡si es una cuestión de aritmética! Además, ¿qué valor tiene en las balanzas de la existencia esa viejuca tísica, estúpida y maligna? No vale más que la vida de un piojo o de una cucaracha; y ni siquiera eso vale, pues la vieja es perniciosa (...).
—Claro, no es digna de vivir -replicó el oficial; pero ¿qué quieres? Eso es cosa de la naturaleza.
—¡Eh, amigo! A la naturaleza se la rectifica y se la orienta (...)
(...)
—Te has puesto a hablar y declamar como si fueras un orador, pero dime: ¿matarías, o no matarías tú mismo a la vieja?
—¡Claro que no! Hablo pensando en la justicia... Aquí no se trata de mí.
—¡Pues me parece que si tú mismo no te decides, no hay en esta cuestión ni pizca de justicia! ¡Vamos a echar otra partida!

Creo que mi primer contacto con Crimen y castigo, es decir, la primera vez que oí hablar de tal libro y de su autor de nombre tan rimbombante, fue en tercero de secundaria. Para lengua castellana, teníamos que leer un libro titulado El cartero siempre llama mil veces (recuerdo que me lo pasé pipa leyéndolo) que estaba protagonizado por una empollona a la que le gustaba dicha novela de Dostoyevski y que se colgaba de un nerd al quien vio leyéndolo en la oficina de Correos. Al comentar esta parte en clase, me acuerdo de que a la profesora le hizo gracia que una adolescente se pusiera a leer tal libro por lo "complicado" y "difícil" que era (un rasgo paródico que incluyó el autor para hacer gala de la pedantería de la protagonista, sin duda). También recuerdo que pensé que nunca me atrevería a leer Crimen y castigo. Ô, la jeunesse!

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Decir que la lectura de la novela más reconocida de Fiódor Mijáilovich (si me he tragado durante ochocientas páginas un buen número de impronunciables patronímicos rusos, no pienso dejar de utilizarlos) Dostoyevski se me ha hecho cuesta arriba sería un gran malentendido, porque a pesar de que solo me ha durado una semana se me ha hecho eterna. ¿Y cómo lo he conseguido? En siete días no he hecho más que leer. Tal vez este detalle haya sido el principal causante de que mi ejemplar me provocara la ilusión de que a cada página que pasaba se añadían diez más al libro. Sin embargo, a pesar de que haya odiado con toda mi alma los interminables monólogos de Porfiri Petrovich, Arkadi Ivánovich Svidrigáilov y Piotr Petrovich Luzhin, no me arrepiento de haber leído esta gran obra de la literatura rusa y de la literatura universal. Diría, efectivamente, que Crimen y castigo es una obra maestra y clave de la literatura, pero que yo, en su mayor parte, no he podido soportar y he acabado terminando por orgullo y vanidad, para poder decir «Yo he leído Crimen y castigo» y emitir un juicio justo.

rodia_mermeladov¿Que si me ha gustado? ¿Que si me ha disgustado? De verdad que no lo sé. Ha habido capítulos que me han mantenido con el corazón en un puño y otros en los que me he quedado, literalmente, dormido sobre sus páginas. Reconozco, además, que mi afán por que me durara lo menos posible también ha podido afectar a su lectura. Para más inri, me esperaba algo distinto: esperaba que la trama se centrara mucho más en el conflicto moral de Rodión Románovich Raskólnikov por haber matado a una vieja usurera, a un piojo dañino, como él decía, pero en su lugar me he encontrado con una retahíla de discursos filosóficos y con una caza del asesino que provocaba que los problemas e inquietudes de Rodia se centrasen en su temor de ser descubierto y encarcelado. Por lo tanto, mi relación con Crimen y castigo se definiría como el típico «No eres tú, soy yo».

En el aspecto estilístico no tengo ninguna queja excepto las típicas que puedan atribuirse al realismo: ritmo lento, descripciones extensas y pesadas, una narración en tercera persona anodina y seria (aunque va saltando entre las perspectivas de los diferentes personajes, lo que la hace algo más llevadera)... ¡Qué equivocado estuve al pensar que leer a Fiódor Mijáilovich sería siempre tan ameno como con El jugador! Este estilo podría haberme llegado a gustar si la historia me hubiera atrapado, tal como me pasó con Madame Bovary, pero no ha sido así. Supongo que mi gusto debe de ser más afín al realismo francés que al ruso. No obstante, negar la excelencia de la prosa de Dostoyevski debido a los gustos personales y al aburrimiento intermitente sería un error del cual no me podría perdonar (ni yo ni nadie que dostoyevski_fototuviera unos mínimos conocimientos literarios). Y respecto a los personajes no puedo más que maravillarme, desde el turbado Raskólnikov (en serio, qué le pasa a ese hombre) hasta mi adorada Sofía Semiónovna Mermeládova (ay, Sonechka) pasando por el encantador Dmitri Prokófich Razumijin y la sacrificada Avdotia Románovna Raskólnikova. Todos y cada uno de ellos tiene su personalidad perfectamente definida, por no mencionar el ingenio del escritor ruso en el momento de dibujarlos, ¡incluso sus nombres son juegos de palabras!

Crimen y castigo, pues, se trata de un libro imprescindible, y aunque se me ha hecho insoportable durante la mayor parte de sus interminables páginas, como ya he dicho, no me arrepiento de haberla leído completamente por motivos que no podría explicar sin destriparos la novela y por haber descubierto en primera persona uno de los libros cumbre del canon occidental. ¿Lo recomendaría? Solo si os creéis preparados para adentraros en unas setecientas u ochocientas páginas (según la edición) de puro realismo ruso, repletas de filosofía pero con unos personajes que os dejarán realmente impresionados.

En fin. Una vez, en clase, un profesor nos habló de una teoría según la cual o eres más de Tolstói o de Dostoyevski. Así que supongo que tras probar al auténtico y duro de roer Fiódor (y no al ácido y cínico autor que se esconde tras El jugador), solo me queda degustar al crítico Lev para saber de qué lado estoy.

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miércoles, 7 de agosto de 2013

Valor y tiempo

Es lo que hace falta para enfrentarse a uno de los pesos pesados de la literatura universal.

Este verano, después de haberme pasado todo un curso sumergido entre autores muertos y en historias que no se desarrollan en mi siglo, me había propuesto leer mucha literatura juvenil. Lo necesitaba. Necesitaba volver a conectar con mi vena más teen, con lo que me es verdaderamente cercano, con una de mis pasiones secretas. Y solo me permití dos licencias: Jardí vora el mar y Lady Susan. Pero me saturé. Necesitaba algo que me hiciera fruncir el ceño, necesitaba notar la magia entretejer las palabras.

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Así que he decidido enfrentarme a uno de mis mayores miedos: Crimen y castigo, de Dostoyevski. Innumerables veces había oído ese título, más aún el nombre de su autor, incluso antes de saber siquiera lo que es la literatura y de estudiar algo de ella en el colegio. Y siempre iba acompañado de adjetivos como "difícil" y "complejo", incluso "pesado" e "imposible". Pero otras voces lo pronunciaban acompañándolo de "maravilloso" e "imprescindible". Cuando leí El jugador y me gustó, sabía que este momento llegaría más temprano que tarde.

Así que aquí estoy. Ay.
Al menos Sub_zero me acompañará en mi travesía.

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miércoles, 6 de febrero de 2013

The (Fiódor Dostoyevski) Experience

The (Classic) Experience es una sección de Lector Empedernido -como si yo fuera el único intelectual que reseña clásicos- en la cual haré pequeñas reseñas de las novelas clásicas que vaya leyendo (desgraciadamente, son pocas). Esta sección es aperiódica, es decir, tendréis una entrega siempre que a mi me salga del monóculo.


El jugador, de Fiódor Dostoyevski

el_jugadorDicen que quien es afortunado en el juego es desgraciado en amores... pero Aleksei Ivanovich no es ni una cosa ni la otra. Después de dos semanas, el joven tutor vuelve a Roulettenburg, una ciudad balneario donde le esperan los suyos y donde hay grandes casinos para dejarse el dinero sin percatarse de ello. El general está ahí, así como su hijastra Polina Aleksandrovna, y los demás de su peculiar grupo: Mademoiselle Blanche de Cominges, con su madre; el francesito, el marqués Des Grieux; Marya Filippovna, la hermana del general; Misha y Nadya, hijos del general y alumnos de Aleksei; y míster Astley, el misterioso inglés que se les acopló. ¿Y qué pinta Ivanovich con ese grupo de personas que apenas tienen nada en común entre ellos? Cada día de su vida se lo pregunta, pero sabe la respuesta perfectamente: está perdido. Si algo mantiene a Aleksei con los pies en la tierra es el juego y su amor por Polina. Solo Dios sabe que si en aquel momento Polina le hubiera mandado que se tirara del Schlangenberg, ¡lo habría hecho!
Además, es consciente de que hay algo que mantiene unido a la pequeña comunidad en la cual sobrevive, sabe que hay una red oculta de intereses personales que los ata entre ellos y por la cual permanecen juntos... ¿en qué consiste? De eso no tiene ni la más remota idea, aunque cree que todos esos intereses confluyen en la fortuna de la baboulinka, apunto de morir y cuyo heredero es el general.

Así tenía que ser y así sería. Por ridícula que parezca mi gran confianza en los beneficios de la ruleta, más ridícula aún es la opinión corriente de que es más absurdo y estúpido esperar nada del juego. ¿Y por qué el juego habrá de ser peor que cualquier otro medio de procurarse dinero, por ejemplo, el comercio? Una cosa es cierta: que de cada ciento gana uno. Pero eso, ¿a mí qué me importa?

Imaginaos qué sorpresa me llevé cuando leí Madame Bovary, de Flaubert, y descubrí que me había gustado. ¿Una obra perteneciente al realismo francés me había gustado? ¿Era eso siquiera posible? Vale, reconozco que cuando me acostumbré a la pluma de Flaubert empecé a intuir cuales eran las descripciones que debía limitarme a leer en diagonal si no quería tirar el libro por la ventana, pero, aún así, fue algo que me dejó bastante anonadado. Entonces, una vez hube superado la prueba de fuego del realismo francés me adentré en el aún más temido realismo ruso. La obra escogida, El jugador, del autor cuyo nombre era ruletasinónimo de imposible-de-leer en mi cabeza, Fiódor Dostoyevski. Si ya me sorprendió el hecho de que me gustara Madame Bovary, imaginaos cómo me quedé cuando me vi atrapado entre las páginas de esta curiosa novela de Dostoyevski. ¡Dostoyevski! ¿De verdad había leído algo de Dostoyevski y me había gustado? Así fue. Y reconozco que ya no le tengo miedo a Crimen y castigo, es más, tengo muchas ganas de leerlo, igual que Anna Karenina, de Lev Tolstói... aunque, bueno, no creo que aún sea mi momento.

El jugador, al parecer, es una obra casi autobiográfica, ya que el mismo Dostoyevski (según el prólogo de mi edición) se vio "atrapado" en una ciudad balneario, medio arruinado a causa del juego y completamente enamorado de una mujer que respondía con frialdad a su pasión. Estas dos realidades se muestran perfectamente en la novela, lo que ha hecho que me gustase tanto: la pasión por el juego se refleja de forma magistral, tanto que no recomendaría este libro a un ludópata, así como la irracionalidad del amor, ese que te arrastra y te hace perder la cabeza.

los-jugadores-de-cartas-1890-92-cezanneLa narración de Dostoyevski me ha resultado fresca y ágil, sin demasiada complejidad, lo que hace que la lectura sea igual de ligera, claro que seguramente dicha sencillez se deba a que se trata de una narración en primera persona, por lo que no creo que sus otras obras sean igual de fáciles de leer. Las descripciones tampoco cuentan con una gran dificultad ni son muy extensas, hecho que me extrañó tratándose de un autor que se suele clasificar dentro de la escuela realista.

Respecto los personajes, no puedo decir otra cosa que alabanzas, empezando por Aleksei Ivanovich: su carácter ácido, agrio, irónico y grosero me ha encantado, aunque estoy seguro de que sería uno de esos individuos que en persona me caerían fatal. El resto de personajes, al igual que Aleksei, tienen una marcada personalidad y una complejidad que, ni al acabar el libro, entenderemos totalmente, ya que son unos caracteres... en fin, bastante peculiares.

Dostoyevski-1821-1881Dicho todo esto, como podréis suponer, no me queda otra que recomendar El jugador, ya que se trata de una novela amena, divertida en diversas ocasiones y curiosa cuanto menos. Además, creo que sería bastante aconsejable para aquellos que, al igual que yo, querían probar algo de Dostoyevski y les daba miedo empezar por su obra más famosa, Crimen y castigo. Ahora, tras esta lectura, me siento con fuerzas para adentrarme más en el realismo ruso, como ya había dicho anteriormente, y, en cuanto pueda, no dudaré en leer otra obra de Dostoyevski y probar a Tolstói.

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Las fotos originales de las cabeceras han sido buscadas en Wehearit.

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