Y los sueños, sueños son
Decía Calderón. Bueno, decía Segismundo en la obra de Calderón.
Os confesaré algo: tengo una pequeña obsesión con los sueños. Ya sean los míos, los de otra persona o los que leo en libros. Los últimos son los que más me gustan; los primeros, los que menos, porque a veces me dejan todo el día descolocado. Así que si, a lo mejor, me veis distraído, más de lo habitual, tal vez es porque haya soñado algo. Pero no estamos hablando de mí, aquí hablamos de literatura, que para algo el blog se llama desde hace ya casi un lustro (Ô, le temps!) Lector Empedernido y no Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy Matías Ruedas.
Hay algo en los sueños de las novelas que me fascinan inmediatamente, algo raro, y por eso me atrapan, porque son raros, y si están escritos de forma rara, pues mejor. A veces el onirismo tiene una función decorativa, pero en otras ocasiones intenta decir algo sin decirlo, ¡ah, y qué típico de los humanos es esto!
¿Y a qué viene esta divagación repentina? La cosa empezó cuando me encontraba leyendo Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe (reseña "en proceso") y me encontré con gorriones cayendo del cielo, como si fueran lluvia.
Everything was spinning but when I closed my eyes, the room was motionless and dark.
And then the dreams came.
Birds were falling from the sky. Sparrows. Millions and millions of sparrows. They were falling like rain and they were hitting me as they fell and I had their blood all over me and I couldn't find a place to protect myself. Their beaks were breaking my skin like arrows.
Y no sé por qué, pero a pesar de la violencia, a pesar de que los picos rasgaran la piel de Ari, a pesar de la sangre, me pareció una imagen tan inusual como magnífica. Gorriones cayendo del cielo. Tal vez no imagino la sangre, tal vez veo cómo antes de llegar al suelo, los pájaros convierten su caída en vuelo y planean a ras del suelo.
Entonces comencé a pensar en todos los sueños que había leído y en cómo todos me habían dejado con la misma sensación: encandilado por tal imagen, preguntándome cómo el autor conseguía ese efecto tan real y, a la vez, ilusorio, que me hacía sentir como si fuera yo el que acabase de despertar de un sueño. Me acordé del sueño de Armanda en Espejo roto (primero tenéis la cita en catalán, después en castellano traducida por mí).
La senyora Teresa somrigué: "Ara és vostè que m'hauria de parlar del seu somni." L'Armanda digué amb una certa melangia: "Sempre somnio el mateix; ja ho sap. Aquesta nit pasada, també." "¿L'àngel?" "L'àngel", afirmà l'Armanda. "¿Vostè volava amunt, com sempre?" "No, senyora. Jo estava en el meu llit i de dintre del llombrígol em començava a sortir un fum en forma de jo i que no acabava de ser jo." "¿L'ànima?", preguntà la senyora Teresa, tot aguantant un pastisset mig menjat a l'alçada de la boca. "L'ànima. I així que havia atravessat la teulada, s'acostava a ell (...). Jo, ànima, no tenia pits de tan petitons que eren... L'àngel, amb la ploma de les ales una mica rossa a les puntes, tenia la cabellera que semblava un glop de nit." La senoyra Teresa la interrompé: "No m'havia dit mai que tingués cabellera." "Les últimes vegades, sí. I m'agafava per la cintura, amb un sol braç com un cinturó, i amb l'altre braç enlaire i un dit estirat s'obria camí cap al cel. Jo, amb els peus penjant, mig desmasiada i mig eixordada pels batecs de les ales, em deixava agafar; volàvem més enllà del cel i ens assèiem damunt de la lluna fins que l'àngel se n'anava tot dient-me que tornaria. M'havia estès damunt d'una pila de pols de lluna dura com un roc... i tornava enamorat. I ara, senyora Teresa, prou." "Però les altres vegades el somni s'acabava quan s'asseien." "Sí, senyora, però un somni, si sempre és el mateix, es veu que canvia. Ja és prou misteriós que el somiï tant i tant. Ara, cada vegada que el somio, és diferent, i quan em fico al llit ja penso ¿com serà?" "Miri, Armanda, els pastissos que queden; mengi-se'ls abans de dormir perquè la dolçor li dugui el seu somni d'amor. No el deixi morir, Armanda… no el deixi morir mai."
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La señora Teresa sonrió: "Ahora es usted quien me tendría que hablar de su sueño". Armanda dijo con cierta melancolía: "Siempre sueño lo mismo; ya lo sabe. Esta noche pasada, también". "¿El ángel?" "El ángel", afirmó Armanda. "¿Usted volaba arriba, como siempre?" "No, señora. Yo estaba en mi cama y de dentro del ombligo me comenzaba a salir un humo en forma de yo y que no acabab de ser yo". "¿El alma?", preguntó la señora Teresa, aguantando un pastelito medio comido a la altura de la boca. "El alma. Y así que había atravesado el tejado, se acostaba a él (...). Yo, alma, no tenía pechos de tan pequeñitos que eran... El ángel, con las plumas de las alas un poco rubias en las puntas, tenía la cabellera que parecía un trago de noche." La señora Teresa la interrumpió: "No me había dicho nunca que tuviera cabellera." "Las últimas veces, sí. Y me cogía por la cintura, con un solo brazo como un cinturón, y con el otro brazo alzado y un dedo estirado se abría camino hacia el cielo. Yo, con los pies colgando, medio desmayada y medio ensordecida por el latido de las alas, me dejaba coger; volábamos más allá del cielo y nos sentábamos encima de la luna hasta que el ángel se iba diciéndome que volvería. Me había tendido sobre un montón de polvo de luna duro como una roca... y volvía enamorado. Y ahora, señora Teresa, basta." "Pero las otras veces el sueño se acababa cuando se sentaban." "Sí, señora, pero un sueño, si siempre es el mismo, se ve que cambia. Ya es bastante misterioso que lo sueñe tanto y tanto. Ahora, cada vez que lo sueño, es diferente, y cuando me meto en la cama ya pienso ¿cómo será?" "Mire, Armanda, los pasteles que quedan, cómaselos antes de dormir para que el dulzor le traiga su sueño de amor. No lo deje morir, Armanda... no lo deje morir nunca."
Hay algo en el sueño de Armanda, algo íntimo y oscuro, que hace que me sobrecoja. Aunque, realmente, es mucho más interesante el sueño que dice tener la señora Teresa, en el que el viento le gemía que el tiempo no existe, pero que ella lo tenía en sus manos y podía hacer lo que quisiera con él...
Normalmente, una obra literaria es un código que se tiene que ir descifrando para llegar a conocer lo que el autor quería decir sin decirlo, como el mismo sueño. El sueño es lo que escapa al personaje, es un código dentro de otro código, es algo meta, como os gusta tanto decir por Twitter; o tal vez sea tan solo una paranoia del autor, quien sabe, un "aquí voy a poner lo primero que me pase por la cabeza y que los críticos se peleen por buscarle un sentido". A veces me gusta pensar que es lo primero, porque no me siento solo; otras, me gusta pensar que es lo segundo, porque así me río un rato y vuelvo a ser consciente de lo absurda que puede ser la realidad, de cómo seguimos esperando a ese Godot.
Así que... ¿Los sueños, sueños son?
2 comentarios:
Pues si te gusta leer sobre sueños raros (y otras cosas raras), deberías leer a Murakami cuanto antes. Por ejemplo, en Kafka en la orilla no caen gorriones, caen peces del cielo. Pero no solo eso. En toda la obra de Murakami, los sueños, las visiones, el erotismo y la fantasía se conjugan en una especie de surrealismo onírico plagada de símbolos, metáforas e imágenes que se te quedan grabadas para siempre en la cabeza. En serio, ¡léelo ya!
A mi me encanta ver que los personajes tambien sueñan, se me hacen mas realistas y humanos
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